Oh María Inmaculada, Madre de Dios y
Madre nuestra, juntos venimos a renovarte nuestra consagración. Por tu
intercesión queremos ofrecer a tu Hijo, nuestro Señor y nuestro Hermano, la
vida y el trabajo de nuestra parroquia. Recordamos el espíritu de los primeros
misioneros, y su celo por llevar a los más abandonados el conocimiento de
Cristo y su reino y por edificar la Iglesia. Recordamos también la confianza
que ponían en tu protección, y, unidos a ellos te pedimos que intercedas por
nosotros ante Dios Padre.
María Inmaculada, modelo de nuestra fe, haz
que dóciles al Espíritu, nos consagremos del todo, como humildes servidores a
la persona y a la obra del Señor.
María inmaculada, Madre de Misericordia,
protege y fortalece a todos los misioneros y acude en ayuda de la gente a la
que servimos. María Inmaculada, Madre del amor hermoso, haz que por tu
intercesión y por nuestros esfuerzos, toda la humanidad reconozca a Cristo como
Señor y Salvador. Concédenos también que un día, junto a ti y a todos nuestros
familiares y amigos que nos han precedido en la casa del Padre, cantemos
eternamente la alabanza del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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