En el Año Santo de la Misericordia y
en el Bicentenario del nacimiento de los Oblatos de María Inmaculada,
“ministros de la misericordia”, me parece oportuno dar a conocer algunos
escritos de San Eugenio fundador de dicha congregación que nos hablan de su
propia experiencia de la Misericordia de Dios, de su deseo de ser instrumento
de misericordia, de la decisión de dar
vida a un grupo de misioneros que, con él y como él, fueran instrumentos de
misericordia.
Rigorismo jansenista y moral alfonsiana
Cuando en 1802 vuelve a Francia tras
el exilio en Italia – tenía 20 años – San Eugenio encontró un clima religioso
dominado todavía por el rigorismo, resabios del antiguo Jansenismo. Urgía liberarse
definitivamente de ello, para redescubrir y anunciar la misericordia de un Dios
que se había revelado como amor.
La visión teológica del entonces
beato Alfonso Maria de Liguori, que resaltaba la dignidad de la conciencia de
la persona y buscaba acercar al pueblo cristiano a frecuentar los sacramentos,
yendo en contra de aquel rigorismo moral que, con el rechazo de la absolución,
estaba logrando alejar totalmente a los fieles de la Iglesia y de Cristo.
Gracias a esta nueva teología, la
visión de San Eugenio se inspira en el amor y en la misericordia de Dios
manifestada en Cristo Salvador, como escribió dirigiéndose a la primera
comunidad de Aix in Provence, Francia:
…
“Cristo Salvador. Es el aspecto que debemos contemplar de nuestro divino
Maestro, siendo nosotros por vocación particular asociados de manera especial a
la redención de los hombres; también el beato Liguori ha puesto su congregación
bajo la protección del Salvador. Podríamos, con nuestro propio sacrificio,
cooperar a no volver vana su redención ya sea para nosotros como para aquellos a
los que estamos llamados a evangelizar”
Será
sobre todo en el plano pastoral donde san Eugenio muestra su orientación moral.
La Experiencia de Dios Amor
Para comprender a fondo el rechazo a
toda herencia jansenista y la elección de anunciar la misericordia de Cristo
Salvador, es necesario remontarnos a la experiencia personal del amor
misericordioso de Dios vivida por San Eugenio. Son los años 1806-1808, cuando
en él se va gestando una gradual y profunda conversión fruto de reconocer su
propio pecado de frente al infinito amor misericordioso de Dios. Había sentido
la mirada amorosa de Jesús posarse sobre él y el calor del amor con el cual
Dios desde siempre lo había amado.
El ministerio de la misericordia al
cual se dedicará e infundirá a sus
misioneros, nace de aquella experiencia de misericordia: “Yo quiero sumergirme
en el océano de la misericordia de Dios… Dios es infinitamente misericordioso;
nadie tiene derecho de medir, mucho menos de acotar su misericordia, en la
aplicación que él quiere hacer para la salvación de las almas que su divino
hijo Jesucristo ha rescatado con su sangre preciosa.”
Señor,
haz resplandecer sobre mí un rayo de tu luz para que yo pueda conocerme así
como tú me conoces. (…) Dios mío, cuanto más me acuerdo de mis pecados, más me recuerdo de tu misericordia,
porque tú eres mi Dios”
Los Oblatos misioneros de la
misericordia de Dios
Su experiencia de la misericordia de
Dios lo impulsa a difundir esta certeza y a hacer participar a los demás de la
mismísima misericordia. De ello surge la decisión de ser sacerdote y su primer
trabajo en Aix, con los presos, los jóvenes, los pobres, estará impregnado de misericordia.
Sobre todo, la creación de una Congregación de misioneros dedicados al anuncio
y a la vivencia de la misericordia. Uno de los nombres con los cuales a
menudo san Eugenio llama a los Oblatos es “Ministros de la misericordia”. Ellos
son los predicadores del misterio del amor de Dios para con los hombres y los
instrumentos de su misericordia hacia los pobres y pecadores. Ellos comunican
este amor misericordioso desde el inicio de la misión con la imagen de la cruz,
que el superior cargaba entrando a los poblados y que besaba y hacía besar a
todos los misioneros en una emocionante celebración, y al final de la misión
entronizando una gran Cruz recuerdo de la misión.
El corazón de Jesús es una de las
manifestaciones de la infinita misericordia del Salvador. La fuerza que implica
esta devoción, con varias celebraciones públicas durante la misión, ayuda a
comprender más las ofensas de las cuales el Señor ha sido objeto y conduce hacia un amor más genuino.
La idea de la misericordia de Dios
continuará a estar presente a lo largo de toda su vida. Su ministerio episcopal
lo vive como ministerio de la misericordia. De la misericordia de Dios habla
continuamente en sus cartas pastorales a la diócesis.
Maria, Madre de misericordia
Durante su vida san Eugenio
experimenta gradualmente también la presencia misericordiosa de María.
La Virgen emerge como una
manifestación especial, materna, de la misericordia divina, y reconoce su
propia familia religiosa como instrumento de su amor misericordioso para con
los hombres: es llamada a llevar a ella, Madre de Misericordia, a los hijos de
Dios dispersos.
Se entiendo así la elección de
servir en santuarios marianos, empezando desde la segunda casa de la naciente
congregación, Nuestra Señora de Laus, hasta el de Nuestra Señora de la Guardia
en Marsella (ambos en Francia). Los santuarios fueron considerados por san
Eugenio como una misión permanente en la que se podía ejercitar de manera excelente
la misericordia divina hacia los pecadores.
María
es Madre de misericordia para él como lo es para todos los que ha ejercido su
ministerio.
Un corazón compasivo para
con los pecadores
La participación al sacramento de la
confesión, momento culminante de la predicación de la misión parroquial, era la
prueba eficaz de la nueva orientación moral de San Eugenio. El ministerio de la
reconciliación se reveló como el instrumento más apto para entender la
comprensión, la dulzura, la misericordia de Dios. Fue considerado por san
Eugenio como el ministerio de paz por excelencia y como palabra de
reconciliación.
Durante
las misiones la confesión permitía de aplicar a cada persona el anuncio de la
Palabra proclamado a todos en la predicación, de traducir la enseñanza a lo
concreto de la vida de cada uno, de hacer experimentar el amor misericordioso
de Dios capaz de perdonar y de renovar.
Los sacramentos a los condenados a
muerte
Junto al ministerio de la confesión,
otra prueba real de la misericordia pastoral de san Eugenio y de sus Oblatos es
el ministerio entre los encarcelados. En su ministerio con los presos san Eugenio
se distingue, del clero francés, por la posición a favor de la comunión a los
condenados a muerte. Es la extrema consecuencia de su pastoral centrada en la
misericordia.
Hombre
que ha experimentado la misericordia de Dios en sí mismo, san Eugenio sabe ser
instrumento de ella con los pecadores y enseña a sus misioneros a hacer lo
mismo.
Fabio Ciardi